Ubicado en un magnífico edificio antiguo del centro de Viena, el museo alberga una de las colecciones de relojes más importantes del mundo y la mayor de Austria, y ofrece la oportunidad de embarcarse en un viaje a través de los siglos. Cuenta con una colección de aproximadamente 7000 piezas, entre ellas relojes de bolsillo, relojes de péndulo y muchos otros relojes históricos. Más de 700 piezas procedentes de todo el mundo cuentan en tres plantas la historia del cronometraje desde la Edad Media hasta el pasado reciente. Las piezas más antiguas del Museo del Reloj datan del siglo XV . 

Destacan el reloj de torre del siglo XVII de la Catedral de San Esteban, que pesa varias toneladas, el famoso «Laterndluhren» del periodo Biedermeier vienés, la colección de relojes de bolsillo de la escritora austriaca Marie von Ebner-Eschenbach y un reloj astronómico del monje David a Sancto Cajetano, el cual muestra varias horas locales, órbitas planetarias y eclipses solares y lunares.

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Sin embargo, el Museo del Reloj no solo se centra en los avances científicos y la precisión técnica. También presenta la historia del arte y la artesanía y narra innumerables cambios sociales.

La exquisita colección del Museo del Reloj, fundado en 1917, se remonta esencialmente a dos colecciones privadas: la del profesor de secundaria y primer director del museo, Rudolf Kaftan, y la colección de Marie von Ebner-Eschenbach, especialmente valiosa.

Yincana en el Museo del Reloj

Si quiere explorar el Museo del Reloj de una forma diferente, le recomendamos el «AR Escape Game». Bajo el lema «Un secreto compartido», el recorrido lleva a los visitantes por doce estaciones interactivas repartidas por los tres niveles del museo. En grupos reducidos (de dos a cinco personas), equipados con tabletas, los participantes tienen que resolver el misterio del preciado reloj de bolsillo de la tía Selma. Gracias a su tecnología innovadora, esta experiencia ofrece la oportunidad de sumergirse de forma divertida en el fascinante mundo del cronometraje y el arte de la relojería.

© Michael Goldrei